Cuidando a Través de las Generaciones

mayo 5, 2021

Generational-LoveEl COVID-19 ha llamado la atención pública al impacto de las personas que nos proveen cuidado. Las familias que trabajan han tenido que cargar el peso aplastante del cuidado, sea para sus niños o para sus padres ancianos, ya que la economía se ha frenado y los salarios permanecen estancados. El cuidado de calidad es caro, y la demanda para este servicio está creciendo mientras se envejece la generación de posguerra (conocidos como «baby boomers»), se extiende la expectativa de vida, y los milenarios se vuelven padres de familia. El costo creciente del cuidado y la competencia entre las exigencias de la vida hacen que cargar con el peso de cuidar a sus seres amados sea una gran dificultad.

Pero nuestras políticas nacionales no reconocen el conflicto que enfrentan las familias. Mayormente, hemos considerado al cuidado como un deber personal. Si usted es un padre y no puede sufragar el costo del cuidado infantil, debe ser su culpa. Si usted es la hija de un padre con el mal de Alzheimer, y no puede pagar el cuidado en casa que necesita, es porque no planificó adecuadamente y no ahorró dinero para cubrir este gasto. Y muchas hijas enfrentan este dilema por que el peso del cuidado cae más en las mujeres.

Muchas de estas mujeres son parte de la «generación sándwich» que cuida tanto a niños como a un miembro de la familia anciano o discapacitado. Sus vidas se volvieron aún más difíciles mientras el COVID-19 redujo su acceso al cuidado profesional. El abordaje establecido, de encargarse uno mismo de proveer el cuidado, ya no les funcionaba, al quedar claro que no podían aguantar la carga de dar cuidado y trabajar.

Muchas han tenido que retirarse de sus trabajos, y recientemente me encontré pensando de su difícil situación mientras atendía una sesión en línea (webinar) sobre cuidado infantil, organizado por el Center for American Progress (Centro para el Progreso Americano). Mientras hablaban los ponentes sobre maneras de reconstruir el sector de cuidado infantil tras la pandemia, surgió el tema de la abogacía. Una de las sugerencias para ayudar a nuestros educadores infantiles a ganar los salarios y beneficios que merecen es estrechar las manos a través de sectores. Y un aliado natural para nuestra profesión es el sector de cuidado en el hogar. Aunque los trabajadores de cuidado en el hogar suelen atender a personas en el extremo opuesto del espectro de edad, ellos enfrentan muchas de las mismas barreras que nuestros educadores infantiles, en la lucha para lograr el respeto, el reconocimiento, y una compensación apropiada.

Mayormente, son mujeres inmigrantes y de color quienes luchan para hacer alcanzar el dinero, y frecuentemente dependen de la asistencia pública mientras atienden las necesidades de los miembros más débiles de la sociedad. Su sueldo por hora varía de $10.72 para los trabajadores de cuidado infantil en todos los tipos de programa, hasta $11.89 para los trabajadores de cuidado en el hogar no pertenecientes a una agencia, y frecuentemente carecen de seguro de salud, un plan de retiro, u otros beneficios. Suelen trabajar en condiciones muy retadoras, y el COVID-19 ha complicado más aún sus vidas. La pandemia ha tenido un fuerte impacto en esta fuerza laboral—o haciendo que dejen sus empleos por inquietudes sobre su seguridad, u obligando a que pongan en riesgo a su salud. Los trabajadores de cuidado infantil, igual que los trabajadores de cuidado en el hogar, no pueden distanciarse socialmente. Y aunque no reciben el reconocimiento que reciben otros trabajadores esenciales, también están en las primeras líneas.

Ellas realizan trabajo que no podemos automatizar ni delegar, ya que cuidan a aquellos que son incapaces de valerse por sí mismos. Esto es porque el cuidado de calidad depende de la empatía, la comprensión, y los lazos personales fuertes. Los trabajadores de cuidado en el hogar y de cuidado infantil llegan a conocer bien las necesidades de las personas que atienden—cómo una persona prefiere su café, o la mejor forma de tranquilizar un niño inquieto. Conocen los medicamentos que necesita una persona en su tercera edad y cómo responder al ataque de asma que sufre un niño pequeño. Los padres trabajadores entregan sus niños a educadores para para su crianza y su educación. Las familias confían en que los trabajadores de cuidado en el hogar mantendrán seguros a sus parientes ancianos y se cerciorarán de que su dignidad se respete.

El valor de su trabajo está incrementándose debido a avances en la tecnología y la ciencia. El uso creciente de telesalud y las innovaciones en equipos médicos han permitido que el hospital llegue al hogar, especialmente para pacientes con condiciones crónicas. Los trabajadores de cuidado en el hogar ahora pueden realizar tareas siempre más complejas, y así reducir las costosas visitas a la sala de emergencia y ayudar a sus pacientes a vivir vidas más saludables. Asimismo, los avances en la ciencia cerebral han resultado en un mejor entendimiento de cómo se desarrollan los niños, y de mejores prácticas para ayudar su aprendizaje. Los educadores infantiles expertos pueden reducir la incidencia de males sociales, tales como la pobreza y el crimen, ya que los niños que reciben educación temprana suelen vivir vidas más felices y productivas. El cuidado y la educación infantil de calidad, al igual que el cuidado en el hogar de calidad, conduce a ahorros a largo plazo para los contribuyentes y para la sociedad en general.

La importancia de los servicios que brindan estos trabajadores apunta a la necesidad de profesionalización. La capacitación mejora el cuidado que proporcionan y les permite subir la escalera profesional en su campo. Sin embargo, damos poco apoyo a estos trabajadores en pulir sus destrezas. La matrícula para un programa de certificación de un asistente sanitario típicamente cuesta entre $300 y $650—un costo muy alto para una persona que apenas gana para vivir—y los programas de capacitación no siempre cumplen con los requisitos para la certificación por el estado. Es aún más difícil para los educadores, ya que con mayor frecuencia se les requiere ganar un título de asociado o una licenciatura. Los altos costos de la capacitación, en conjunto con los salarios bajos y la carga económica de los préstamos estudiantiles, hacen que muchos de estos trabajadores abandonen el campo de los servicios de cuidado.

La rotación de personal en las profesiones de cuidado es alta, y esto tiene un costo alto para nuestros niños, nuestros padres, nuestros hermanos, nuestros vecinos y nuestros amigos. Cada vez que un maestro deja un salón de clases porque no puede sufragar el costo de quedarse, quiebra el corazón de un niño, y hace que su aprendizaje dé un paso hacia atrás. Cada vez que una trabajadora de cuidado en el hogar deja su trabajo, una persona mayor pierde a alguien en quien confía. Y estas tragedias suceden con demasiada frecuencia, lo cual resulta en una carencia de personal experimentado. Ante la creciente demanda, la calidad y la continuidad del cuidado sufren un golpe mortal.

Y los demás sufrimos también, especialmente las muchas mujeres que han luchado, muchas veces sin éxito, para equilibrar las exigencias de dar cuidado y trabajar. «La pandemia realmente ha resaltado las inequidades y la precariedad del trabajo de las mujeres,» dijo recientemente la Representante Katherine D. Clark (D.-MA). «Si no estamos respondiendo a las necesidades de salud de las mujeres y las políticas que permiten trabajar las mujeres, no podremos restaurar la salud de las comunidades, las familias y nuestra economía.»

La necesidad de cuidado atraviesa las generaciones, y debemos reconocer el papel central que juega nuestra fuerza laboral a lo largo de la vida. La aprobación del Acta de Plan de Rescate Americano ha marcado un inicio, asignando fondos para reconstruir la infraestructura del cuidado. Esta legislación importante ha agregado $12 billones a los servicios en basados el hogar y en la comunidad, para ampliar los servicios a los adultos mayores y apoyar a los trabajadores que los atienden. También ha canalizado más de $50 billones al sector del cuidado infantil, y ambos de estos pasos son esenciales para allanar el camino para las familias que trabajan.

Pero necesitamos políticas de largo plazo y cambios sistémicos para apoyar nuestra fuerza de trabajo de cuidado. Necesitamos tratar a nuestros educadores infantiles y trabajadores de cuidado en el hogar con respeto y darles el pago que necesitan para seguir trabajando. Ellos merecen capacitación y trayectorias profesionales hacia puestos con remuneración más alta, la opción de integrarse a un sindicato y negociar colectivamente, y otros derechos y protecciones laborales básicos. Estos trabajadores son la base de una infraestructura de cuidado que es esencial para la recuperación de nuestra economía después del COVID-19. Y aún más fundamental, la manera en la cual tratamos esta fuerza de trabajo—compuesta principalmente de mujeres inmigrantes y de color—es una medida de nuestro compromiso con la igualdad y la justicia.

Las políticas que formulamos para apoyar a estos trabajadores, determinarán cómo la historia nos juzga en el futuro. Por lo tanto, debemos esforzarnos para dar a nuestros trabajadores de cuidado la dignidad que ellos merecen. Como lo dijo emotivamente el Vicepresidente Hubert Humphrey, «La prueba moral del gobierno es cómo ese gobierno trata a los que están en el amanecer de la vida, los niños; los que están en la penumbra de la vida, los ancianos; y los que están en las sombras de la vida, los enfermos, los necesitados, y los discapacitados.» Invertir en nuestros cuidadores es una inversión en los niños, las personas mayores, y las familias que atienden. Será una marca de los avances de América en cumplir con sus ideales.

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