El sol del amanecer iluminó un cielo azul y transparente mientras América iniciaba su día. Las carreteras se llenaron de tráfico y los trenes retumbaron sobre las vías férreas. Cuatro aviones se elevaron a ese cielo despejado, dos de Boston, uno de Newark y uno de Washington, DC. Entre los pasajeros figuraban 19 hombres que habían prometido sacrificar sus vidas para perjudicar a nuestra nación, y el 11 de septiembre del 2001 (también conocido como 9/11), ellos cumplieron con su amenaza. Un avión impactó en el Pentágono en Arlington, Virginia. Otro cayó a un campo cultivado en el oeste de Pennsylvania. Y dos se estrellaron contra las Torres Gemelas del World Trade Center, provocando el colapso de ambos edificios. Mientras el aire se llenaba de humo, caían escombros sobre las cabezas de las personas y se escuchaban gritos que helaban la sangre. Al poco tiempo, acudieron apresurados los efectivos de la policía y del cuerpo de bomberos, trabajadores de la Cruz Roja y voluntarios, quienes arriesgaron sus vidas para rescatar a las víctimas.
Los americanos de todas las edades luchaban para entender lo que había pasado, al llenarse los noticieros de visiones de terror. El público necesitaba escuchar palabras de esperanza, y las recibieron de un ícono de la televisión que había pasado décadas cantando “¿Quieres ser mi vecino?” Mr. Rogers fue sacudido por los ataques porque iban en contra del mensaje de bondad y amor que él había transmitido durante décadas, hasta su último programa el año anterior. Por este motivo, salió de su jubilación y grabó cuatro anuncios de servicio al público, para ayudar a los padres y niños a orientarse durante estos eventos traumáticos.
En el primer anuncio, compartió palabras reconfortantes maravillosas que le habían guiado desde que era pequeño. “Cuando yo era niño y veía cosas asustadoras en las noticias,” recordaba, “mi mamá me decía, ‘Busca a los que ayudan. Siempre encontrarás a personas que dan ayuda.’ Hasta el día de hoy, especialmente cuando sucede un desastre, siempre recuerdo las palabras de mi madre, y siempre es reconfortante darme cuenta que hay tantas personas bondadosas en el mundo.”
Entre esos ayudantes estaban los educadores de temprana infancia que trabajaban en el Discovery Day Care Center, ubicado en un edificio pequeño frente a las Torres Gemelas. “La parte delantera de nuestro centro de cuidado y educación infantil era de vidrio, del techo hasta el piso,” recordaba Karen Caycedo, una de las maestras que trabajaba en el centro. “Sólo pude ver escombros y tierra, y parecía que nos iba a tragar.” Así que ella y otros maestros entraron en acción, levantaron a los niños, y huyeron del peligro.
“Salimos corriendo,” dijo Caycedo. Cada maestro cargaba dos bebés, y los niños mayores se agarraban de los maestros. Sobre la marcha, los maestros encontraron tres carritos de compras, los cuales utilizaron para trasladar a los niños. A los niños les pareció “un paseo alegre,” recordaba Caycedo. Después de cuatro horas de deambular por las calles de Bajo Manhattan, se dieron con un centro de Head Start, donde comenzaron un periodo de espera ansiosa. Caycedo y sus colegas sabían que algunos de los padres trabajaban en el World Trade Center y posiblemente nunca volverían a buscar a sus niños. Pero los maestros estaban preparados para interceder. “Lo único que pensaba era ‘nos vamos a encargar de esos bebés,’” dijo Caycedo. “Eso era todo, aunque fuera posible o no. Eran nuestros bebés. De ninguna forma podían volverse huérfanos.”
Resultó que ninguno de los niños se volvió huérfano. Los maestros informaron a los medios de comunicación masiva y a la policía que los niños estaban en el centro Head Start. Y para el mediodía, habían llegado al centro todos los padres—muchos de ellos jadeando y cubiertos de polvo—donde encontraron a sus niños tomando una siesta tranquila. Así que esta historia tiene un desenlace muy feliz. Pero se conserva el legado del 11 de septiembre.
Los que experimentamos ese día recordamos dónde estábamos cuando nos llegó la noticia, lo que hicimos y cómo nos sentíamos. Y sabemos que el impacto de los ataques va mucho más allá de los miles de muertes trágicos que tuvieron lugar. Los ataques tienen resultados de gran alcance, desde mayores medidas de seguridad en los aeropuertos, a discriminación contra musulmanes y árabes americanos, hasta las guerras en Afganistán e Irak, en las cuales también han fallecido miles de personas. En resumen, los ataques del 11 de septiembre cambiaron el transcurso de la historia en nuestro país y en todo el mundo.
Volveremos a tener memorias del 11 de septiembre este año, al observar el vigésimo aniversario de los ataques, un día que puede exponer a los niños pequeños a cosas que ellos no entenderán. Ellos pueden ver ceremonias en la televisión, o verlas en sus computadoras. Y pueden escuchar a los adultos al hablar sobre lo que sucedió. Al hacerlo, los niños pueden confundirse y pensar que esas cosas horribles están sucediendo en este momento. Por ende, los educadores deben estar listos para ayudarles a entender lo sucedido y exactamente lo que significa.
Abordar el tema del 11 de septiembre en un salón de clases de prekínder podría provocar ansiedad entre maestros ya que ellos típicamente quieren proteger a los niños de la tragedia y el trauma. Pero es importante hablarles a los niños sobre el 11 de septiembre ya que los medios de comunicación masiva siguen proporcionando mucha cobertura sobre ese día. Tarde o temprano, los niños escucharán algo al respecto, y muchos aprendices pequeños aun no saben cómo discriminar entre lo que realmente ha sucedido y lo que nunca sucedió, y entre lo sucedido en el pasado y en el presente. Si ellos tratan de llenar las brechas en sus conocimientos, podrían terminar pensando que aún hay algo que deben temer—o que ellos y las personas que aman están bajo ataque.
Usted puede reducir sus temores averiguando primero lo que saben y aclarando cualquier idea errónea que pudieran tener. Después, limítese a dar información sencilla. Por ejemplo, usted podría decir, “El 11 de septiembre fue el día en que unos aviones chocaron contra edificios grandes llamados las Torres Gemelas y muchas personas quedaron heridas.” No utilice términos desconocidos para ellos, como grupos terroristas o explosiones masivas. Enfóquese en responder a sus preguntas. Y cerciórese que ellos entienden el significado de sus palabras. También es importante contrarrestar cualquier prejuicio contra musulmanes y árabes americanos, un problema que ha perdurado cuando los ataques ya estaban en un pasado lejano. De manera que, usted podría explicar lo sucedido con decir algo como “Los ataques sucedieron porque algunas personas estaban enojadas con nuestro país.”
Los maestros que abordan el tema de la forma correcta pueden tener un impacto positivo, recordó un joven mientras contemplaba su niñez en los días que siguieron los ataques. “A los niños constantemente se les estaba diciendo quiénes eran los hombres malos y qué aspecto tenían,” decía él. Era casi como ver un dibujo animado, en el que decían quién es el villano—y que el villano puede estar en cualquier lugar, como en el metro mientras carga una mochila, o en una tienda abarrotada de gente. Pero felizmente tuve un maestro maravilloso, quien nos enseñaba que un grupo pequeño de personas no representa toda una raza o religión, y que aquellas personas que escogían hacer algo horrible no lo hacían en nombre de algunos o todos ellos. Las personas de todas las razas, religiones y ámbitos sociales tienen la capacidad de hacer cosas malas y cosas buenas también.”
Al trabajar para transmitir este mensaje, los educadores de infancia temprana pueden encontrar alguna orientación en Fundamentos para Trabajar con Niños Pequeños, publicado por el Concilio. “Su meta como educador es ayudar a los niños a aprender a ser tolerantes y aceptar a personas de distintas razas, culturas e identidades, lo señala el libro Fundamentos. Así que hágase las siguientes preguntas: “¿Cada niño en su clase se identifica con el ambiente de aprendizaje? ¿Los niños y sus familias se ven representados en todo el entorno y a lo largo del día? ¿Y tiene usted estrategias para conversar con niños que pueden hacer comentarios inapropiados sin querer?”
Es importante mantener la sencillez, como lo hizo Plaza Sésamo después de los ataques del 11 de septiembre. En ese momento, el público estaba acostumbrado a ver los personajes de Plaza Sésamo en un ambiente de tolerancia y respeto. Así que se sorprendieron al ver un episodio en el cual Big Bird (el ave grande también conocido como Abelardo) tuvo una visita de su amigo por correspondencia, Gulliver, una gaviota que vivía lejos. Cuando Gulliver llegó a Plaza Sésamo, Snuffy (el elefante) quería jugar con él. Pero Gulliver les dijo a Big Bird y Snuffy que él sólo jugaba con aves. Y Big Bird le respondió diciendo que “Si usted no jugará con Snuffy, no jugaremos contigo.” Y ese fue el comentario que buscaba hacer Plaza Sésamo, dijo Lewis Bernstein, el vicepresidente ejecutivo de educación e investigación del programa. “Era un concepto que realmente queríamos enfatizar, ya que se centraba en la idea de resistir la intolerancia. Aun como niño en edad preescolar, usted puede posicionarse con respecto a lo que es justo.”
Este mensaje aún resuena 20 años después de los ataques del 11 de septiembre, y los educadores de temprana infancia pueden figurar entre los colaboradores que ayudan a transmitirlo. Al buscar cómo guiar a los niños pequeños, debemos recordar lo que dijo Mr. Rogers un año después del 11 de septiembre y dos meses antes de que falleciera. A pesar de la tristeza persistente que sentía, no había perdido la fe en el poder de la bondad y el amor, tal como lo explicó en un último anuncio de servicio al público. “Hemos visto lo que hacen algunas personas cuando no saben cómo lidiar con su propio enojo. Estoy convencido de que cuando ayudamos a nuestros niños a encontrar formas saludables de manejar sus emociones, formas que no hacen daño ni a ellos ni a otras personas, estamos ayudando a que nuestro mundo sea un lugar mejor y más seguro.” Necesitamos seguir diciendo a nuestros niños, así como lo hizo Mr. Rogers, que todos podemos ser vecinos.